Diario activista

Ayer descubrí que mi relación adulta con la transformación social en Argentina, comenzó durante la "crisis del 2001". Había ido a trotar y cuando estaba elongando pensando en distintas perspectivas de un problema que tuve con un activista de otro país, comprendí que mi relación con el activismo adulto comienza en la asamblea popular del Cid Campeador intercambiando en una economía de trueque, clases de teatro por horas de ensayo. 
La política cultural es el espacio en el cual históricamente asumí un compromiso ideológico con la justicia social. La docencia siempre  fue una herramienta que puse a disposición de las demandas populares. Di y doy clases de teatro solidarias en cárceles, hospitales y barrios populares convencido de que el teatro brinda herramientas para crear otro tipo de vínculos y estas herramientas deben ponerse al servicio de los pueblos.
En este sentido, en el año 2013 sin darme cuenta pasé a desempeñarme en el ámbito de la política sanitaria. Luego de publicar mi segundo libro en el cual entre otras cosas me reconozco como un sobreviviente de la psiquiatría, empecé a participar en otros espacios que no eran comunes para mi, donde se discutían políticas sanitarias. 
Este "corrimiento" de la política cultural a la sanitaria me trajo muchos dolores de cabeza, porque implicaba discutir en un territorio completamente desconocido. Estaba acostumbrado a los debates en torno al cooperativismo, al rol del estado en las artes y al papel que juega el sector privado en la industria cultural. Debía reconocerme ignorante. 
No tenía la menor idea sobre la historia de la anti-psiquiatría, el sentido de discutir tanto sobre los "servicios" o porqué era tan difícil pronunciar la palabra "desmanicomialización". Esta situación me llevó a informarme, estudiar, aprender y colocar la cuestión sanitaria como parte de mi vida cotidiana. 
La oportunidad de reconocerme ignorante me llevó a aprender  sobre la historia de la salud mental y sobre las relaciones entre el arte y la locura. A medida que me invitaban a dar charlas y exponer mi testimonio fui observando como se relacionan otras personas con su propio conocimiento. 
Lo primero que me llamó la atención en asambleas, encuentros, congresos y jornadas sobre salud mental, fue la importancia que cada audiencia le da a la oratoria como plataforma narcisita. Reacciones como "que bien que habla ese sobreviviente", "que importante que brindes tu testimonio como una persona experta por experiencia" o "esa expositora fue muy dura con la psiquiatría", me trasmitían una extraña sensación de Sinsentido. Creo que esta es la primera vez que puedo llevar esa sensación a la escritura. Las reacciones elogiosas o criticas, que recibía sobre las exposiciones que hacía dejaban en mi cuerpo una amarga sensación de Sinsentido. Empecé a observar que en estos espacios de debate de políticas sanitarias los egos ocupan un lugar dominante. Cuestiones como quien hablará, cuánto hablará y en qué momento hablará parecen importantes en estos espacios. A mi mismo se me habían vuelto importantes esas cuestiones. Me di cuenta de que mi sensación corporal de Sinsentido en estos eventos se hacía insoportable. Comprendí que yo mismo como activista era parte del problema. Entonces decidí correrme del lugar que el activismo sanitario esperaba que ocupe. No puedo encontrar sentido en quienes esperan testimonios de inspiración para llevar a la acción la la justicia y la transformación social. 
El fenómeno de las relaciones entre performance y asamblea, lo estudia y desarrolla exhaustivamente Judith Butler  en "Cuerpos aliados y lucha política. Hacia una teoría perfomativa de la asamblea." (2015)

Todo movimiento social es en sí mismo una forma social, y cuando clama por una nueva modalidad de la vida, por una vida vivible, entonces tiene que poner en marcha, en ese momento, los mismos principios que ese movimiento quiere hacer realidad.  

Los principios que el movimiento de derechos humanos en salud mental quiere hacer realidad, los encarnan personas. Esas mismas personas ya sean oyentes, talleristas, oradores conferencistas o expositores no han puesto en marcha en sus propios cuerpos los principios que el movimineto de derechos humanos y salud mental reclama. De ahí viene la sensación en mi cuerpo de un Sinsentido.Recién ahora regresando a la literatura mediante mi diario, logro comprender la importancia de la "destitución subjetiva" como propuesta de Mark Fisher. La destitución subjetiva, implica el ejercicio de renunciar al ego y el regodeo que ofrecen determinadas plataformas narcisistas.

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